"Tenemos tres dias, no nos apuremos", dijo. Acaricié su torso desnudo, sus brazos, sus hombros, recorriendo la topografia desconocida de ese cuerpo, sus valles y montes, admirando su piel lisa color bronce antiguo, piel de africano, la arquitectura de sus huesos largos, la forma noble de su cabeza, besando la hendidura del menton, los pomulos de barbaro, los languidos parpados, las orejas inocentes, la manzana de Adan, el largo camino del esternon, las tetillas como arandanos, pequeñas y morada. Volvi a arremeter contra su cinturon y nuevamente Daniel me detuvo con el pretexto que queria mirarme.
Empezo a quitarme la ropa y es de nunce acabar: chaleco viejo de cachemira de Manuel, una franela de invierno, debajo otra mas delgada, tan desteñida que Obama es un solo borron, sosten de algodon con un tirante prendido con alfiler de ganchom pantalones comprados con Blanca en la tienda de ropa usada, cortos de pierna, pero abrigadores, medias gruesas y por ultimo las bragas blancas de colegiala que mi abuela me puso en la mochila en Berkeley. Daniel me tendio de espaldas en el nido y senti los arañazos de las rudas frazadas chilotas, insoportables en otras circunstancias y sensuales en ese momento. Con la punta de la lengua me lamio como un caramelo, haciendome cosquillas en algunas partes, despertando quien sabe que animalejo dormido, comentando el contraste de su piel oscura y mi olor original de escandinava, visible en su mortal palidez en lo sitios donde no pega el sol.
..."
"y me acurruqué en el abrazo de Daniel, ronroneando dichosa en el calor de su cuerpo y el olor amilzclado de los dos."
El cuaderno de Maya
Isabel Allende